En el transcurso de los últimos 25 años, como investigador de las artes escénicas y la pedagogía del cuerpo y la escena, he venido haciéndome varias preguntas con relación a la manera en que se conciben habitualmente los procesos de creación y de formación en nuestras sociedades. Curiosamente, transitando como estudiante y docente en muchos espacios que ofrecen herramientas para el desarrollo de un arte que pretende hablar sobre el ser humano, el aspecto que menos se tiene en cuenta es el del ser humano mismo. Esto me llevó, como acto de rebeldía, a manifestar espacios de experimentación donde lo humano del individuo creador y en proceso de formación, sea lo primero de tomar en cuenta.

Comencé a comprender desde mi visión personal que necesitamos generar espacios que propicien seres humanos autónomos de su proceso de investigación y formación, empezando por la investigación que ellos hacen de sí mismos, sin necesitar pasar por la humillación de estar al servicio, como ratones  de laboratorio, de las investigaciones y los caprichos de otros.

Sentí el llamado a generar atmósferas pedagógicas que motiven a las personas a ser creadoras de su propio material poético y menos intérpretes mercenarios. Reconocer la poética gestual y expresiva que emana de nuestra humanidad nos recuerda que no estamos enfermos ni tenemos que ser curados, sino que simplemente somos humanos. Y todo eso que nos sucede a diario forma parte de nuestro proceso de transformación. Entonces ser creativo significa simplemente ser partícipe consciente y activo de esa transformación.

 

Sueño espacios de manifestación poética,
con artistas y no artistas,
en realidad con SERES HUMANOS
que se permiten manifestar su sensibilidad,
su esencia, su origen, su potencia única y particular, sin filtros, sin miedos, sin mentiras.

Sueño entrenarnos para recordar todos los días
que somos canales que se permiten manifestar
e invocar
todo lo que necesite ser manifiesto a través de nosotros para movilizar vida en otros.

Sueño que la creatividad y el movimiento
vuelvan a ser una necesidad vital
como alimentarse, defecar o crear vínculos reales.

Esto es lo que mueve en esencia
EL CUERPO QUE CREA

Carlos Ramírez​

En segunda instancia, todo esto necesita suceder en un ambiente amoroso y de confianza, un espacio de acogimiento donde podamos sentirnos seguros para acceder con amor a todos y cada uno de los aspectos que componen nuestro ser. Es decir, que en ese espacio podamos ser legítimamente quienes somos, sin necesidad de ser lastimados o maltratados. Que podamos sumergirnos en nuestro complejo universo interior desde el puro gozo, como en una deliciosa conversación con el mejor amigo o la mejor amiga. Penetrando con amor todo aquello de lo que estamos hechos, porque con eso es con lo que vamos a crear, es que podremos generar nuestra transformación y así ser creadores de nuestra propia realidad. Desapegarnos con gracia de las ideas, de los ideales, de las expectativas, de las formas, las fórmulas, las categorías, los formalismos y las institucionalidades porque sí. Porque simplemente necesitamos avanzar como especie y la creatividad es nuestro recurso fundamental. 
Reconocer la sustancia que habita en todo lo que somos aporta infinidad de regalos llenos de vida y verdad. Potencian y alimentan de profundidad y deleite nuestras creaciones, nuestra vida. Aquí el fin no justifica los medios, pues ninguna experiencia supera la posibilidad de crear y ser desde el Amor.

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